martes, 5 de febrero de 2008

y bue

De repente era todo música y nada más. Cuerdas tronando en el pulso del pianista, los cimbales desbocados, el público completamente absorto en el irreal arrullo de los suaves violines que bailan con oboes y clarinetes. La madrugada se deshace dentro del teatro y las almas de todos los presentes comulgan en lo que no podría ser comparado más que con un poema o el acto físico del amor. La batuta se puso de pie violentamente sobre el director, y fue saludada con una estacada de arcos y el respetuoso silencio del resto de la orquesta, que indican ambos que el desenlace es inminente. Una o dos eterninades transcurren a lo largo de la ansiedad del público por el último acorde que asesine lentamente la obra. Ahí, en el instante mismo de la consumación, en el empujón al borde el abismo
RRAAAAAACCCC tac tac....


...¿y que querés?, si me lo aguanto se me revienta una tripa, se me revienta - oyó alguien a la salida.

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